diumenge, 28 de gener del 2018

Bodega Kirios de Adrada (Adrada de Haza, Burgos, Castilla y León) (#escapadariberaduero)

En 2017 fuimos por primera vez a una zona española que teníamos turísticamente olvidada en todos los sentidos: la extensa Ribera del Duero, donde habíamos llegado solamente hasta Soria, su límite oriental.

Paisaje poco antes de llegar a Adrada de Haza

Pero el año pasado pusimos remedio y nos gustó tanto que no nos conformamos con visitarla una sino un par de veces. La primera vez, nos alojamos y conocimos Lagar de Isilla (aquí, el post), Ermita del Conde (aquí, el post)...

La segunda vez, comenzamos por visitar una bodega a la que no pudimos acudir la otra vez y que teníamos especial ganas de descubrir: Kirios de Adrada. Habíamos quedado el mismo día de ida con su propietario, viticultor y elaborador, Jesús Lázaro, con quien disfrutamos de una larga e interesantísima mañana.




Después de recibirnos a las puertas de su pequeña bodega, nos dirigimos con el coche a descubrir los alrededores de Adrada de Haza, así como los viñedos a que tanto se dedica. Subimos hasta lo alto del Páramo de Corcos, desde donde divisamos todo el Valle del Riaza, que fue zona de frontera en el siglo X entre árabes y cristianos.




Estamos en un páramo de 11.000 hectáreas muy seco. La economía tradicional de la zona siempre había sido el pastoreo hasta el siglo XIX, cuando se empezaron a dar lotes de tierra a cada pueblo. Se trata de un paisaje muy duro pero que hace que se adapten determinado animales como la alondra ricotí, a cuya preservación también se dedica Jesús. Sin ir más lejos, ha sacado al mercado el Kirios de Adrada Ricotí que, con la imagen de este ave, destina cada euro de la venta a una Fundación para la conservación de dicha especie.

Jesús, conocedor de la historia, inquieto y activo defensor del patrimonio natural de su territorio, también lucha por el pastoreo de una zona que, como pudimos observar, cuenta con varias chozas y que se van a ir reconstruyendo.


Bajando de allí, en seguida dimos con las primeras parcelas de viñedo. Lo primero que llama la atención es la altura (hasta 920 metros) en que se encuentran, así como la tierra y la sequedad del clima que las acoge. Se trata de la Viña de Don Diego de las Conejeras, de agricultura ecológica.




Jesús nos explica que el suelo es fundamental para obtener una buena fruta: la flora y la fauna microbiana transfiere materia orgánica que llegará en forma de quelatos para la planta. También utiliza cola de caballo y valeriana, como técnicas que se aproximan más a la agricultura biodinámica. De hecho, estamos ante una de las primeras bodegas biodinámicas del Estado desde que se fundó hace poca más de 20 años, junto con Maite Parera, su mujer.


Nos explica que las plagas tienen el sentido de destruir los individuos débiles de las colonias. La función de los hongos es descomponer la materia orgánica: si hay suelo aséptico, los hongos (como el oídio) suben a la cepa, cosa que no pasa si el suelo es rico en flora y fauna. Apenas vierte azufre sobre el viñedo.


Estamos ante unas viñas en pleno envero, un momento precioso en que van cambiando de tonalidad. Faltan 60 días para la vendimia, aproximadamente, que representará la entrada de unos 9.000 kg de uva muy sana.


De nuevo en la bodega, el discurso es muy claro: "el vino se hace solo". Sólo añade sulfuroso en baja cantidad (20) (el máximo en ecológico son 70).




El viñedo es viejo, como en todo Moradillo de Roa y Pardilla. Antes había muchas variedades, con el predominio de la Tempranillo, que se plantó en los años 20. Pero más tarde vinieron otras variedades más productivas como la Bobal (Valenciana) o la Pirulés.

La Tempranillo se vinifica en inox y, como todos los vinos de Kirios, fermenta con levaduras autóctonas alojadas en la pruina mediante una fermentación espontánea ("si hubiéramos matado hongos, hubiéramos matado las levaduras"). Hacia el cuarto día comienza la fermentación. Cuando la densidad llega por debajo de los 1000, nos indica que ya ha acabado la fermentación, a la que le seguirán 10 días de remontado y posterior prensado.

La Garnacha se vinifica junto con el raspón en el tanque de inox también. Tras la fermentación, el prensado. 

La sala de barricas oscila de los 16º a los 6º y, según nos cuenta Jesús, es demasiada amplitud térmica ya que no debería subir de 12º.


La Tempranillo está entre 16 y 18 meses en barrica con un sólo trasiego en barricas de hasta 4 años, y luego reposo en botella. La Bobal y la Garnacha, en cambio, no necesitan tanta microoxigenación y se dipositan en barricas a partir de cuarto año..

Fue muy interesante acceder también a unas antiguas bodegas que, como resulta tradicional en la zona, estavan excavadas en laderas. Ahora, Kirios, está rescatando, rehabilitando, unas antiguas bodegas que estaban hundidas y se descubrieron en 2007. Los arcos y las paredes se han tenido que reconstruir de nuevo. Era no sólo un lugar donde se hacía vino sino también de reunión social (de hombres).





Finalmente, llega el momento de la cata de vinos que nos parecieron muy ricos, tanto como los pinchos con los que los acompañamos:


- Ácrata Primavera 2014. Cupaje en que predomina la Albillo blanco, junto con Pirulés blanco, Malvasía y Jaén. Fermenta en barrica francesa, donde permanece con las lías durante 15 meses. Toques salados y amargos. Algo de miel, incluso floral en nariz. Acidez moderada pero que hace salivar. Es glicérico, untuoso, tiene fuerza y cuerpo.






- Ácrata Verano 2015. Monovarietal de Bobal. Vino rosado del que tan sólo se producen 1.200 botellas. El color, tirando hacia el clarete, llama la atención. Me pareció que tenía bastantes notas de fruta, pero también apuntaba alguna flor o hierba. Me encantó el añadido de notas derivadas de la crianza en barrica. Un vino muy agradable y equilibrado pero nada habitual, diferente.





- Kirios de Adrada noche 2015. Monovarietal de Tempranillo. Lleva 17 mesos en roble francés. Bastante potente y contundente, se adivina la fruta y se va abriendo a medida que se oxigena. También va dando notas torrefactas y de alguna especie. Me parece que debe tener una buena evolución en botella.



En definitiva, una visita que nos pareció muy completa, diferente a lo habitual en Ribera del Duero, en una bodega de carácter muy personal, con unos valores añadidos muy claros en defensa y recuperación del patrimonio, de las variedades, de una viticultura i vinificación que respectan al máximo la materia prima, el fruto, con una intervención mínima y con un resultado francamente bueno.

Muy recomendable acercarse a Kirios y pasar un buen rato de la mano de Jesús Lázaro, a quien es un placer escuchar porque transmite de manera muy clara sus amplios conocimientos y experiencia en relación al medio donde vive y donde crea unos vinos muy auténticos.

Gracias, Jesús, y hasta la próxima!

(Fecha: 12 de Agosto de 2017)


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